Cómo me engaño para escribir un artículo al mes

Notas sueltas para la lucha contra la distracción

El otro día un amigo me preguntó: “¿Para qué hacés esto?”, refiriéndose al blog y tratando de entender el objetivo de largo plazo detrás. Me sentí halagado. Como si lo que escribo tuviera una dirección, un destino al que apunta.

Sé por qué empecé, pero no tengo claro por qué continúo.

Al último artículo (el del método PARA) le fue bien, si lo mido por la cantidad de reacciones y el crecimiento de la audiencia. Creo que parte de la respuesta está ahí: conectar con personas que tienen búsquedas similares e ir aprendiendo juntos.

Muchos lectores son generosos. Algunos me escribieron con comentarios o nuevas ideas. Gracias!

Mientras intento entender el propósito de todo esto —y disfruto el camino— sigo luchando por ganar regularidad. Y en un gesto de total caradurez, siendo que vengo escribiendo sobre autoorganización, se me ocurrió compartir lo que aprendí para evitar scrollear redes sociales y, al menos, sacar “un mísero artículo al mes” (en vivo podría reemplazar mísero por p$%8).

La estructura te da libertad para crear

Es muy difícil pedirle al cerebro: “Tené una idea ahora para el siguiente blog”. Por eso la gente se inspira en la ducha o en cualquier lugar donde el cerebro puede divagar tranquilo.

Ahí entra en juego tener un sistema para capturar ideas: ir dejando migas de creatividad. No es casual que los genios anduvieran con cuadernitos. Hoy podés usar PARA como estructura para organizar esa información dispersa.

Por sí sola, esa información no crea nada, pero es el insumo que alimenta el momento creativo. Cuando estás listo para escribir, metés todo en tu proyecto o tu área correspondiente y ya tenés con qué arrancar.

El luto de la convergencia

Es clave distinguir cuándo estás en modo exploratorio y cuándo necesitás enfocarte. En el primero, abrís mil pestañas: empezaste leyendo un mail y media hora después estás viendo un documental sobre por qué TSMC es la empresa más importante del mundo. Rabbit hole total.

Ya que estamos, rabbit hole es en honor a Alicia en el país de las maravillas. Bueno, creo que se entiende la idea de estar en modo divergencia.

El problema no es estar en modo divergente. Lo que sí es un problema es necesitar foco y estar disperso.

En algún momento, hay que elegir una sola idea. Dejar morir el resto. Hacer el duelo. Y avanzar.

Lo que salga va a ser imperfecto, no tan bueno como lo imaginaste... pero va a ser. Y eso le da la posibilidad de evolucionar.

Que hacer en divergencia ?

¡Esta es la parte divertida! Al menos para mí: dejar que la cabeza salte de un punto a otro. Pero si estoy trabajando, quiero que algo de eso quede. Es clave distinguir entre el divague que eventualmente puede converger en algo útil, y el que es simplemente ocio (que también está bien, pero es otra cosa).

Si algo tiene potencial de transformarse en algo concreto más adelante, trato de rescatar algo del proceso. Lo que me sirve es pensar que muchos de esos resúmenes pueden ir bajo la R de Resources en el sistema PARA. Y si van ahí, los escribo como si alguien más los fuera a leer, sin vergüenza de compartirlos.

Para no cortar el flujo creativo, suelo dejarme llevar por el divague. Y recién al final, me pregunto: ¿qué resonó? Ahí es donde capturo. Así, no interrumpo el vuelo.

El archipielago de ideas

Lo perfecto es enemigo de lo bueno, ya lo sabemos. Pero, ¿cómo se implementa esa idea?

El “archipiélago de ideas”, presentado por Tiago Forte, es una forma de visualizar lo que querés producir, con las ideas que tenés ahora. Es tu primer mapa del terreno.

En este PDF dejé un ejemplo con mis notas sueltas (divergencia) y cómo se agruparon en el archipiélago cuando decidí enfocarme para hacer esta entrada en el blog.

¿Por qué sirve?

  • Te permite avanzar en bloques que parecen insuficientes (e.j. 30min), pero ya rompes la resistencia estática, y se empieza a mover.

  • Separa la elección de ideas del trabajo de ordenarlas en un flujo comunicable.

Paquetes intermedios

Cuando tenés que producir algo, pensá en un paquete mínimo que pueda entregarse. Una mini pieza de valor que no requiere perfección, pero avanza en la dirección correcta.

Por ejemplo: estás organizando un viaje. Revisás varios destinos. Podés anotar pequeñas reseñas o tips de cada lugar. Eso, más adelante, lo podés convertir en un documento compartido para un amigo o incluso en un post.

Un buen paquete intermedio:

  • Requiere un poco más de trabajo que el que harías solo para vos.

  • Pero no tanto como para que lo postergues.

Ejemplos:

  • Un mensaje a alguien con recomendaciones de libros puede convertirse en una lista curada que compartas cada seis meses.

  • Una reflexión personal puede ser la semilla de una entrada de blog, aunque al principio solo sea un párrafo suelto.

  • Una búsqueda de proveedores o herramientas puede terminar siendo un comparativo útil para otros (y para vos mismo en el futuro).

Pomodoro music para convergencia

Probablemente conozcas la técnica Pomodoro: 25 minutos de foco, 5 de descanso.

A mí me sirve como un empujón mental, una autopatada en el culo. Me digo: “No puede ser que no puedas estar 25 minutos enfocado solo en esto”. Y arranco.

Muchas veces sigo más allá del tiempo. Si estoy generoso conmigo, pongo una playlist que dura justo 25 minutos, entonces no paro hasta que termine la canción adecuada.

Hemingway Bridge

Si ves “Hemingway” en el título y te gusta leer, ya estás atento.

Hemingway tenía casas en distintas ciudades y, en cada una, amigos y amantes distintos. (Dato irrelevante para esta reflexión, cortesía de mi modo divergente.)

Lo relevante es su método: nunca cerraba un capítulo sin dejar claro cómo iba a empezar el siguiente. Así, al día siguiente, le resultaba fácil continuar.

Lo mismo hago entre sesiones de trabajo: dejo una nota para mi yo del futuro explicando dónde me quedé y qué esperaba hacer. Me suele agradecer.

Un cagazo al lienzo en blanco

Lo más difícil suele ser empezar. Al menos, eso dicen.

Tener una página en blanco para escribir una entrada del blog puede intimidar... pero no debería ser así, si ya tenés algunas partes a mano:

  • Paquetes intermedios: preguntate qué podés reutilizar de proyectos anteriores o rescatar de esas búsquedas divergentes que alguna vez hiciste. Si instalaste la práctica vas a tener algo valioso dando vueltas.

  • Archipiélago de ideas: no tiene que ser perfecto. Es apenas un mapa preliminar, un resumen de lo que pensás hacer con lo que tenés ahora.

Finalmente, entrá en modo convergente: en algún momento, hay que tomar decisiones. Elegir una idea, dejar ir el resto y avanzar con lo que tiene posibilidades de ver la luz.

El tiempo premium para mover la aguja

No sé si nací morning person o me convertí. Pero lo cierto es que mi cerebro rinde más por la mañana. A la tarde, la creatividad empieza a bajar. Y de noche, puede que aparezca una ráfaga bajo presión... pero uno o dos días así me dejan agotado.

Por eso, trato de estructurar mis días para dedicar las mañanas al trabajo creativo. Si no arranqué con mi archipiélago de ideas antes del almuerzo, es muy probable que ya no lo haga hasta el día siguiente.

A la tarde puedo continuar lo que empecé por la mañana. Ahí ya me ayuda la inercia.

Producción creativa a la mañana. Por la tarde: pulir, dejar notas para mi yo del futuro, reuniones o tareas de organización. Esa es la estructura que me funciona.

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Conclusiones

Me sigue sonando en la cabeza la frase de James Clear sobre hábitos:

“No te elevas al nivel de tus objetivos, caes al nivel de tus sistemas” 

James Clear

La idea es ir construyendo estos hábitos que te ayuden a llegar a construir el sistema que necesitas para llegar a tus objetivos. Es como hackear tu sistema operativo, ese que —en mi caso— siempre tiende a desviarse.

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